CASTILLO INTERIOR - Cristina Sánchez Rodríguez

"Dichoso el corazón enamorado" (Santa Teresa de Jesús)

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"Dichoso el corazón enamorado ..."

LA FUERZA DE LA DETERMINACIÓN A LA HORA DE SEGUIR UN CAMINO ESPIRITUAL

Posteado el Lunes 21 de Enero de 2013 a las 19:05

 

Queridos amigos, y digo amigos porque comenzaré hablando de la amistad, aunque no es el tema principal del que voy a hablar. Pues es gracias a una amiga, que me ha llegado el conocimiento de este pequeño cuento que ahora os voy a compartir.
La amistad es una cualidad divina y si se vive libre de apegos e intereses personales, con la sana voluntad de compartir sin esperar nada a cambio, podemos percibir por esta acción un rayito de la fuerza divina. Es importante para la persona espiritual buscar amigos que tengan sus mismas inquietudes, pues, entre todos pueden ayudarse mutuamente y crear un ambiente favorable para el desarrollo de la espiritualidad en un mundo en el que por lo general se siguen otras tendencias más materialistas. La amistad endulza el camino, nos permite aprender y enriquecernos, y lo más importante, es una puerta abierta a que nuestra generosidad pueda cristalizar.

No obstante la importancia de encontrar amigos favorables a nuestros ideales, el espiritual también debe saber estar solo y no por ello perder su fuerza y determinación. Conocemos también la vida de muchos ermitaños que tuvieron que soportar la soledad con alegría y esta fue el crisol donde se forjó su fortaleza. Ni el apego a los amigos, ni tampoco a la soledad son lo adecuado. Si nos falta lo uno, o lo otro, nos alegraremos o entristeceremos, según nuestra preferencia y seremos víctimas de circunstancias. El espiritual debe estar por encima de toda circunstancia porque la vivencia de Dios está por encima de las imágenes ilusorias de la vida. Bendigamos la amistad o la soledad, según lo que nos toque vivir, y aprendamos a extraer de la amistad o de la soledad aquellas cualidades que nos acercan a Dios. De la amistad brotará la generosidad y comunión fraterna. De la soledad el solemne vacío y silencio en el que podemos escuchar y sentir más hondamente la esencia de la divinidad. Cuando sufrimos por la soledad, bien porque otros no son como nosotros, y "nos sentimos solos", o tal vez no nos comprenden, el mundo es demasiado árido, o bien nos falta la compañía de los seres que amamos, no estamos sabiendo elevar nuestro espíritu más allá de las cosas ilusorias. Aún nos hacemos dependientes de las falsas transitoriedades de la vida, levantando unos muros de tristeza oscura, deprimente, a través de los cuales no puede entrar la gracia divina. Desarrollar un agudo discernimiento para no sucumbir a los engaños de "maya" es fundamental. Cuando esos muros de tristeza se disipan al comprender su falta de realidad, la Luz de la Divinidad lo empieza a inundar todo. En Dios sólo hay dicha eterna, plenitud. Es es absoluto que llena el mismo absoluto cuando los muros de los conceptos, de lo transitorio y lo relativo se han fundido.

Pero pasemos a contar nuestra historia de hoy, titulada el colador. ¿como llenarnos de esa Luz Divina o de esa Agua de vida cuando somos un colador lleno de agujeros por el que se escapa nuestro Fluido Vital? Ahora lo veréis:

"Un grupo de devotos invitó a un maestro de meditación a la casa de uno de ellos para que los instruyera. El maestro dijo que debían esforzarse por liberarse de reaccionar en demasía frente a los hechos de la vida diaria, por lograr una actitud de reverencia, y por adquirir la práctica regular de un método de meditación que, a su vez, les explicó en detalle.
El objetivo era darse cuenta de que la vida espiritual debe estar presente en todo. Es estar conscientes de esto no sólo durante el período de meditación, sino constantemente, en lo cotidiano. El proceso es como llenar un colador con agua. El maestro hizo una reverencia ante ellos y partió.
El pequeño grupo se despidió de él y luego uno de ellos se dirigió a los demás, echando chispas de frustración: ¡Lo que nos dijo es como decirnos que nunca podremos lograrlo!
- ¡Llenar un colador con agua! Eso es lo que ocurre, ¿no? Al menos para mí. Escucho un sermón, rezo, leo algún libro sagrado, ayudo a mis vecinos con sus niños y ofrezco el mérito a Dios, o algo por el estilo y después me siento elevado. Mi carácter mejora durante un tiempo… no me siento tan impaciente, ni hago tantos comentarios sobre otras personas. Pero pronto el efecto se disipa y soy el mismo que antes. Es como agua en un colador, por supuesto. Y ahora él nos dice que eso es todo.
Siguieron reflexionando sobre la imagen del colador sin lograr ninguna solución que los satisfaciera a todos. Algunos pensaron que el maestro les decía que las personas como ellos en este mundo sólo podían aspirar a una elevación transitoria, otros creyeron que el maestro simplemente les estaba tomando el pelo. Otros pensaron que tal vez se estaría refiriendo a algo en los clásicos que suponía que ellos sabían… buscaron, entonces, referencias sobre un colador en la literatura clásica, sin ningún éxito.
Con el tiempo, el interés de todos se desvaneció, excepto el de una mujer que decidió ir a ver al maestro. El maestro le dio un colador y un tazón, y fueron juntos a una playa cercana. Se pararon sobre una roca rodeados por las olas.
- Muéstrame cómo llenas un colador con agua. -Le dijo el maestro
Ella se inclinó, tomó el colador en una mano y comenzó a llenarlo con el tazón.
El agua apenas llegaba a cubrir la base del colador y luego se filtraba a través de los agujeros.
- Con la práctica espiritual sucede lo mismo -dijo el maestro – Mientras uno permanece de pie en la roca de la personalidad e intenta llenarse con cucharadas de conciencia espiritual. No es ése el modo de llenar un colador con agua, ni nuestra esencia con vida espiritual.
- Entonces, ¿cómo se hace? -preguntó la mujer.
El maestro tomó el colador en sus manos y lo arrojó lejos al mar. El colador flotó unos instantes y después se hundió.
- Ahora está lleno de agua y así permanecerá -dijo el maestro. -Ese es el modo de llenar un colador con agua y es el modo de realizar la práctica espiritual. No se logra vertiendo pequeñas dosis de vida espiritual en la individualidad, sino arrojando la individualidad dentro del mar de la vida espiritual."

Así pues, todo lo que necesitamos para la vida espiritual, no son tanto circunstancias favorables sino una interna determinación de arrojarnos a ese mar. En muchos estudios espirituales la gente no avanza porque es demasiado tibia y no se decide a practicar en serio las técnicas de trabajo que les enseñan. No ora lo suficiente para adquirir el discernimiento necesario para tapar esos "agujeros". Meditando diariamente, con el desarrollo de una serie de hábitos positivos, practicando la"muerte en marcha", acordándonos de nuestra Madre Divina, cada vez que el agua se nos escape de los agujeros a través de los múltiples detalles de la vida diaria, trabajando con nuestra energía vital para logar un mayor equilibrio personal y vitalidad, transmutando esa energía, en especial la energía creadora, os aseguro que más tarde o más temprano os veréis envueltos en ese mar de Dios, por "dentro y por fuera", "atravesando vuestro cuerpo", penetrándoos y compenetrándoos en todas las infinitas direcciones en las que el Omnipresente se manifiesta.

La técnica más importante que utilizo para lograr esto está explicada en mi web, en el apartado"venga ya la dulce muerte mística", pero si queréis saber un poco más sobre otras técnicas, os invito a que leáis mi libro"Elévate más allá de las formas"que ya no está publicado íntegramente en mi web.

Cuando la vivencia divina os vaya inundando, cada vez más intensamente a medida que practiquéis, se desarrollará un estado natural de felicidad, alegría, serenidad, equilibrio, amor, comprensión y plenitud. Las bienaventuranzas predicadas por Jesús cristalizarán en nuestra "buena ventura". Las "tontadas" de este mundo, por las que tanta energía gastamos y disgustos nos llevamos nos irán afectando cada vez menos porque comprenderemos la "mentira" en la que nos encontrábamos sumidos. Creedme, no hay otra cosa que merezca la pena en la vida, que experimentar la bienaventuranza que nuestro ser posee por derecho legítimo y de la que nos hemos apartado. No merece la pena nada más, pues todo se pasa. Nada es importante, solo nuestro derecho a Ser. Teniendo eso, se aprende a vivir y a morir. La muerte tiene un nuevo sentido de vida cuando toda ella está rodeada de Bienaventuranza.



 

 


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