Vivimos en un mundo en el que muchos no terminan de encontrarse a gusto. La falta de satisfacción con lo que nos rodea, y la frustración por no alcanzar una vida plena hacen que nuestro correcto estado de elevación interior ruede por los suelos. Cuando esto sucede, por lo general echamos la culpa a las circunstancias externas del mundo, tildándole de "cruel", "injusto", desequilibrado y un sin fin de descalificativos. Incluso usamos palabras malsonantes que no son sino un reflejo de algo que en el fondo está desequilibrado en nuestro interior: la rabia y la frustración. PolÃticos, lÃderes religiosos y demás cabezas visibles se convierten en el blanco ideal donde liberar nuestra rabia y frustración por un mundo en el que nos sentimos como vÃctimas, pero nunca como causantes y responsables de lo que entre todos hemos creado.
No puedo negar los comportamientos incorrectos de muchas personas con responsabilidades sociales y polÃticas. No escribo esto para defenderlos, ni mucho menos. Pero sà para poner el énfasis de que este mundo, tan malo como aparenta ser, está mejor hecho de lo que nos creemos. Las malas acciones de estas personas les acarrearán el karma de la rebelde insatisfacción de otros tantos apegados al materialismo, igual que ellos, que serán la horma de su zapato. Ni ellos disfrutarán de la beatitud de vivir felices y hacer felices a los demás, ni tampoco aquellos que los insultan, difaman, etc... Detrás de todas las palabras mentirosas de unos, y vilipendiosas de otros, no se adivina un aura de elevación espiritual. Asà debe de ser, para que aquello que sembremos de fruto. Unas veces unos serán los ganadores, otros los perdedores, los papeles se intercambiarán y el dolor pasará de unos a otros en una continua rueda de oleaje samsárico. Si nadie se ha preocupado por crecer interiormente el resultado no puede ser otra cosa y asà será por mucho tiempo si no buscamos otra alternativa.
Por eso, dejemos de lamentarnos, frustrarnos y sentirnos mal por las consecuencias de las decisiones egoÃstas de unos pocos, si es que estamos entre los perdedores. El perdedor y el ganador son otra ilusión más de este Samsara a la que estamos subyugados y engañados. No respondamos a esta realidad negativa con palabras negativas. Lo que somos internamente ha de aflorar en nuestros sentimientos, pensamientos y sobre todo, palabras. No debemos de ser espejos que reflejen las imperfecciones de este mundo. Más bien orientemos ese espejo para reflejar la belleza divina que también está ahÃ, aunque más escondida.
La "música" con la que impregnamos nuestras palabras es un fiel reflejo del estado que poseemos interiormente. Si nos sentimos mal por las cosas que nos rodean, no deberÃamos responder con palabras malsonantes y carentes de respeto; porque entonces, cual instrumentos musicales que actúan por simpatÃa, sin la ayuda de un maestro que sepa hacerlos sonar bien, lo único que estamos haciendo es vibrar en resonancia con la baja frecuencia de los estados negativos de este mundo. Por lo contrario deberÃamos crear belleza, armonÃa y equilibrio en la pequeña esfera de desenvolvimiento que la vida nos ha otorgado a cada uno usando la fuerza consciente de nuestra propia voluntad.
Si nos vemos en el deber moral de denunciar una desigualdad social o de luchar por un ideal ético que consideramos necesario para mejorar el mundo en el que vivimos, podemos y debemos hacerlo. Pero observemos desde que estado emocional interno lo estamos haciendo. Analicemos la vibración que existe entre los sonidos de nuestras palabras. Si nuestro estado interno no vibra en consonancia con la Beatitud de Atman, ¿qué clase de amor venimos a exigirle a este pobre mundo? Si queremos elevar la sociedad y la vida hemos de empezar por nosotros mismos. Nuestras aspiraciones, si las consideramos justas, deben de acompañarse de la fuerza del optimismo, la alegrÃa, la belleza, la armonÃa, el ejemplo y lo más importante de todo, compasión. Compasión primeramente hacia aquellos que pensamos que van en contra de aquello por lo que luchamos.
Si intentásemos aderezar nuestros ideales con este preciado aroma llamado compasión, al manifestar nuestras ideas a los demás, sentirÃamos en lo más profundo de nuestro ser, que las palabras no nos salen igual, ni son las mismas que cuando lo hacemos desde la indignación y la rabia. Y la vibración que transmitimos a los demás, el ambiente que creamos, tampoco es el mismo. Como nos dice San Juan de la Cruz: "El alma enamorada es blanda, mansa, humide y paciente." ¿Somos realmente almas enamoradas de esa clase de Amor CrÃstico que tanto echamos en falta en nuestra sociedad actual, y por la que tanto nos indignamos?
Si quieres ser una persona activa en la sociedad por tus ideales, analÃzate a ti mismo, despertando la Ãntima vivencia del instante presente y la constante recordación de lo divino en tu interior comulgando con tu Madre Divina. La contemplación es la base segura de una acción bien dirigida.
Si quieres salvar vidas y construir diques de contención en medio de las aguas turbulentas de este mundo lleno de odios y desequilibrios primero tienes que saber nadar y flotar por encima de las aguas para poder ayudar a los que están siendo arrastrados por ellas. Si en tu lucha te dejas llevar por estados de frustración, malestar y violencia, aunque seas la vÃctima, no eres algo muy distinto a aquello que intentas criticar y/o mejorar. Simplemente vibras en resonancia con la baja frecuencia del mundo, tal vez te desagrada, pero no es muy distinto lo que hay fuera que lo que hay dentro de ti.
No es difÃcil ver en estos tiempos que corren multitudes enardecidas y manifestaciones de personas insatisfechas que creen luchar por causas justas. No te dejes arrastrar por esos estados de conciencia incorrectos por muy justos que te parezcan los motivos. Lucha, sÃ, lucha, porque el valor es necesario para cambiar muchas cosas. Y sobre todo para afrontar el propio cambio interior que es el más apremiante. Lucha, pero siempre vigila tu estado interno y no abandones la atalaya de la contemplación. Desde las torres elevadas se defienden mejor las batallas.
Todo tu poder viene de Dios. De Dios te vendrá toda la fuerza para la acción y también toda la elevación necesaria para no ser arrastrado.
Destierra las palabras malsonantes y negativas pues no te ayudarán a cambiar positivamente.
Usa el poder creativo de tus palabras, la música oculta que hay en ellas para elevar una melodÃa que responda a la alta vibración que estás anhelando.